domingo, 26 de octubre de 2008

ROÑA CRIOLLA. De Ricardo Zelarayán


Pioja


Rezongado rezongo de palabra renga. Pelo y barro.
La horca... limpita. La horquilla puñalea seis veces por vez. Puñaladas finas, bien clavadoras...¡Y a la puña!
Arado entiera y desentierra. Peine grueso y fino, suave y liendre, piojo nomás. No saltona pulga. Roña y sangre. La piedra aguanta, aguantaraz.
Madera, ¡já! Madera y avispas clavadoras. Una siesta basta. ¿Seguro? La carne sin revés se las arregla. Cae una gota loca. Dos, tres... A la baba nomás mientras el río corra.
Los huesos mentirosos se desencajan. Cris, cras... Pura agua colonia. Pelo, pelambre, pelambruna. ¿Dónde hervir el huesito salvador?
Puta, puta calandria. Avispa del chajá. Mancha que se borra al despertar. Cae el pelo, uña caída, cherubichá.
Al chajá montero lagunas le sobran. Al diente por diente las lomitas. Orilla amarilla y negra. Nunca bien te veo.
Vidrio, pelo, vidrio en los ojos, polvareda.
Filo contrafilo y punta. Coleteando en la atmósfera. Ladridos. Burro. Burro empacado. Burro lengua ´e sal. Sapo bronceado bornce.
Sopa alharaca. Tuna. Liendre lisita. No hay peine pal pelo que arde nomás. Huracaneados vamos, aplanados todos. ¡A la que vuelve y no vuelve! Polvo empiojado.
La piel de los pelos arde. El sapo se revuelve. Dientes no se animan. La horquilla se queda guacha.
El galope saltea el diente que falta. Cigarro que se apaga al sol, el agua mansa sabe que va al muere, pero se olvida.
Al fin se apagan las miradas. Viudas o brujas seguirán mirando. El que afloja de mirar es diente suelto. la piedra es piedra. ¡Y adelante!
Fuego que pasa de largo también se olvida. Rata nomás, rata ciega y sorda. Memoria. Hasta el cuchillo lagrimea. A la larga afloja.
Orillas no son labios. Siempre se apartan.
Y a la última sombra se la comen los cuervos por arriba y los piojos por abajo. ¿Se acabó la negrura? Puro cuento.


Gota
Se viene... Hasta que el balazo se cansa, mas manso que una gota.
Mano mansita, mosca aplastada. La mula mansa escupe jinetes y el vuelo fracasa, nariz en tierra.
Se viene cabeceando de arriba sin costado. Piedra costra cosedora no aguanta. El pato si no se acuesta patea miel hasta que lo despierta el viento.
Se viene sin costa. A la reventada llaman.
Se viene hasta que la llama se apaga. De mientras, cuerpea. Suspiro humea, huracaneado.
Sapo, sapón, reniega. Pero se viene, y al vuelo se arman puños de hormigas. Espina, balazo, todo es cuestión de tiempo, incansable campanita sorda, gorda. Y flaco escopetón. Mierda. Y a la que sigue que es la que se viene.
Se viene con o sin ruido, humo o viento, sapo desdentado.
Llovido o sudada gota, se viene filo sin lomo.
Se viene la gota al derecho y al revés de todos los reveses de la dichosa gota.
Se viene el aplaste. De lo goteado espeso al filo.
Se viene con amanecer cambiado, aunque no se note mucho. Un día nacido para ser olvidado, se viene suelto, entreverado, disimulado entre las mulas tontas de la pendiente apenas soleada.
Se viene para irse para siempre o como siempre. Pero esta vez el tranco es corto para el despegue. Ceniza es cuero.
La tierra se cuartea sin humo.
Se viene desparejo entre tranco y tranco. Tiro al aire.
Y otra vez al balazo se muere nomás, buscando quien lo olfatee.
Madera y hueso arden, hojas aparte. Soplar lo seco, a quemarropa.
Se viene nomás, garrotes sin arder, sin rodillas, enteritos.
Y las tinieblas, oscuras borregas, buscan el sol que las muerda.
Muerde mierda. Cruz ladeada al galope. El día se escapa, la trompa arenosa.
Se viene la piedra dura, mientras todo vuela y lo que es lo mismo, lo que se secó se aguanta hasta que le dé el cuero.


Dos

Adelante la mesa se parte en dos como calavera usada.
Y el humo del arroz calaverea.
Enseguida se le viene encima la pared carcomida.
Buena yunta pa tumbarse al raso.
Al rato la noche negra curiosea por todos los rincones, con toda la mano abierta.
La cosa se hace larga para la rosa ciega. Las piedras son puro diente amontonado.
Por si acaso el cielo se derrama, puro barro suelto.
El fuego ha madrugado, alma de mosca zumbona, lado a lado disparado de la mulita dientuda, apretada pulga negra entre las piedras. Monte oscuro, guay, gatillado, envolvedor, instalándose nomás, flotante, volador flor calcinada.
Y Antenor con nudo ciego de cuerda de guitarra en el cogote.
Y la alharaca silenciosa de puro pucho junto a la piedra de siempre.
La piel barcina acalambronada, guarangueando se despega sola y se vuela venteada.
No quesa un hilo de esa voz seruchona, orgullosa del balazo acicalado.


Aire sordo
Boca flor de buche. Una volteada no alcanza, rasca piedra, arisca tuna. El agua se agita cuentera.
Sordo el estallido de la gota, triste derrame en la seca. Airearse, moverse mojarse, lo otro es alambre de púa en tuna, pan con pan...
Bordes duran si aguantan. Ni siquiera el filo, miel guacha en la polvareda.
Silbido o respiración. Ahora somos todos sordos atropellando a los árboles. Empollando piedras eternamente.
Y árboles mendiguean entre las pìedras mientras afloja la arena toruga hasta que el viento arremete.
Y ya no hay sombra que valga. Las grietas nada más que en el recuerdo. Adiós al viento salado que nunca hizo sombra.
Boca-buche. Fuego sin semillas, arena sin nada suelto.
Rascar por rascarse. Ver por ver, inútil desde mientras. Hacha de filo cada vez más ancho, piedra al fin, boca de arena.
Quiebra que te piedra y no se oye.

(Roña criolla, escrito en 1984, fue editado en 1991 por la editorial Tierra Firme)


1 comentario:

Periquito Lasabrosura, poeta brujo. dijo...

Muy buenas estas letras. me gustaria dejar alguna frase ingeniosa o....bue'...no sé te invito a mi blog.... llegué acá persiguiendo a Lamborghini.