martes, 30 de septiembre de 2008

osvaldo lamborghini


stegmann 533` bla



Entre lo racial y lo pedernal

Pringles
Entre lo social y lo pedernal:
´bla, ayer vino una señora…italiana…
´liana

Y cada apóstrofe, Silence,
Es una mención mén(diga), a, a la culpa.


Metafísicos, hablar con conocimiento de
Excusa: palique


El ex
Cusado
El per
Donado
Es aquel causa (¡ese coso!)

Que habla con conocimiento de
´glup, culpa

Es decir gu:
GULAG
Quien confiesa sus pecados (genet dice) as
Asciende a la banca
R (con) r rota
Y dios, idiotas, tan chueco
Por habernos enseñado, en seco,
Ese canto pue®co:
Contii
Higo´stoy
Si ñor
Poque ´o no peco.

¡En busca, aquí, del menor sentido!
Los dias hiban pasando
Fotocopiándose –a maquina- no
No: a mano
Sí manus
Sí critos, y puedo hoy
(utópica mente) trazarlo
Azarlo, como se hace con el hijo preferido
O, ¡hum, que rico! Con el bebé más comestible:
Porque hoy-your atention, please-
Es 1981 de un jueves
Especial, atrevámonos: fe
(pero no de golpe) febrero 5
Igual a como empieza
El enigmático ´bla de 5
3
3
3tegma(t)nn—3—(s) este poema es
Paraque nadie pueda hacerse ilusiones
Salvo aquellos
Capaces de soportar
el bagre, o mejor dicho, el misterio del bagre
que consiste en embarrarse, bagre que consiste en embarrarse, bagre,
en aguas hasta hace poco
--pero siempre hasta hace poco—
frecuentada por ballenas.
nada, en efecto: la ballenhada/


y que tonto(estamos hablando de amor,
por supuesto) no recuerda
aquel exemplo escolar
de silogismo tramposo:



“pez una silaba
El pez nada
Una silaba nada.”


¡Se embarca! diría yo.
Pero, lo que yo diría
(vase) ya lo dije.
Una…
Verdadera (lástima)
Y otra vez no será
porque el cielo, silence, hoy es esplendido.



Osvaldo lamborghini

La firma era para interrumpir:
esta Disertación prosigue,
con el pecho oprimido,
con la mano turbia y en remojo.

¡la firma es telón! Grita el público
asaz para atrás del teatro
Proletario de cámara.

¡firma no es telón! Contrataco yo
(¡zás!) sino una breva,
Breva de descanso:
Fresa de camerino
Ritual-- ¡oh madre! Cambio de máscara.



Debo memorizar el papel, porque la letra no importa.
Sino memoriso el papel, el director
(teatro antiguo régiman)
Me amenaza con la lepra:
Avec. Con el leprosario
¡donde allí!
Bueno, ¿Qué tanto admirarse?
Allí van los letrados.
¡pete ya no verá, jamás,
La luz del día!
(ni las estrellas que convierten a la noche
En una dosis de sorpresa inesperada).



Y ahora, en este acto final,
Sólo debo cruzar el escenario
y firmar:


Osvaldo lamborghini



¡ firma es telón!
Gritan los chongos
De la popular




Osvaldo lamborghini

Insisto, y perdón
Pido por aquellos.
¿qué se puede esperar
(una silaba nada)
de quienes ensartan una perla negra
e insisten
y prosiguen
y no retroceden



Pringles, 5 de febrero de 1981









KONDAL – BERNA


osvaldo lamboghini





... en la pasión que provoca la posibilidad …

1

—¿Quiere usted ser un Kafka?
Yo sí. Lo soy, y también lo soy yo. Tengo por el Amor un respeto de Culebra, reptante. El latido de la barriga contra el ardor del desierto. Escribo. En la silla me siento y sé mirar una clavícula. Contemplarla a ella en sus senos, y aun cuando dice: «con la pierna hice un movimiento».

2

Que haya paz. Éste es un pequeño intento de practicar el arte de quedarse en casa. Los cigarrillos se queman con la variación del fémur, pelvis de rey. La respiración es casa. El mismo cuerpo (del otro) se niega a continuar. Una desgracia de balcón, cómo penetrar en los secretos de las señoritas de Kierkegaard. Mi cultura no me permite recoger los pasos, y, sin embargo, recogí mis pasos. ¿Qué he vuelto? Un buen almuerzo, un rato de televisión-dormitar luego. Y mucho té (contra los símbolos).

3

Y las palabras que se ganan cuando se pierde la memoria, como la verdad —un círculo perfecto—: grabado a fuego en el entrecejo femenino. Este cigarrillo ya ni tira. Cuelga chato, ennegrecido, de la comisura. Este escritor. Éste. Que no sobrepasará (su captura por la tiniebla).
((Oh, es hora de dormir. Antes, pero antes, anteriormente una plegaria, plegarse al lugar frástico —del imposible encuentro, pero de catastrófica revelación: no, epifanía— donde los con (puntos) de palabra recorren el tálamo, hasta el sepulcro. Ese riesgo de arcilla, de plantío de arroz, que no los soporta: —Hemos dicho lo que había que tajear. Buenas noches sombra. Un segundo: buenas noches)).

4

Con astillas de botella en la cara, así ingresó la mujer al hospital —y clamaba. Clamaba por una muerte mejor, porque su amante era inmejorable.

5

Un desayuno portentoso: dos tazas de té. Pero también unas migajas cuantas que había (y quedado) de la semana anterior. Como siempre —aún y todavía— antes, anteriormente. Pero también. La casa guardada en un arcón: lleno de comida suculenta. Las tazas de té. Té solo. Un desayuno portentoso.

6

Apí. Apipé. Yguazú-foz, guazú. Las cataratas me llenaron de admiración porque los pájaros no escatiman su cuerpo (inocente, como los pájaros), no: no lo hurtan a la espuma —y comen sol dorado. Más jaguares, los típicos en la madre selva: —Al no verme nacer entiendo mejor mi muerte interminable. Al no escribir mejor, el que pierde pierde (la pérdida), pero no un con algo, el lago, anagrama de esperanza. Esperar también el sueño en la cuadrícula. Las manos tiemblan —¿es el papel, cuadriculado? Oh apí. ¿Apipé? Oh, guazú. ¿Yguazú?— ¡Foz!

7

Yo tengo una cosa. Es el saber de la enfermera debajo del ombligo. Es la flecha del bisturí emplumado. Yo tengo una enfermera olorosa bajo las axilas. Otra en el recto, que es la vía y el conducto: por allí se empieza a investigar la nada.

8

Ente la comicidad de escribir y la tragedia de comer, el sueño. En la calle que se tuerce, hace voluta, se tiende: entre la cirugía y el cigarrillo. Pero sería bueno (es decir: soy un imbécil) seguir escribiendo. La cabeza se inclina —y no es el sueño. Hay un placer entripado en jugar, laudar, un juicio: hay un… en la tensión no cabe —para nada— la intensidad. La cabeza inclinada es humo, compañero. La nube entornada.

9

Los hijos y la muerte son la misma cosa, pero en el barrio del Soho donde —parece— todos los pisitos los puso Maple, en los departamentos se vive entre la alegría (la exaltación) y las funerarias. También, ¿pero por qué también?, las pasiones que conducen al fracaso a medio planeta. Se lo tiene merecido.


10

Sinué, el artista de «César Aira», decidió por autogestión, en su solitaria conferencia cumbre, un definitivo pase al acto: el suyo. Se suicidó de buen talante, cortándose las venas (y el ombligo de enfermera decapitada) frente a unas cámaras que funcionaban solas. Solas o tal vez sopladas, alentadas, desde el oscuro cuarto oscuro del féretro de Fassbinder. Aquel Fassbinder. El del gramo de cocaína-flip emplumada, que certeramente hizo matriz de aquel (Fassbinder) estómago. La película se veló por culpa de unas bragas negras que igual, igual se abrían al sol. Hay tantos puntos como navíos, hay tantos puntos como velámenes. Hay tantas madres —vestidas de caramelo— como barras de chocolate envueltas en papel dorado. Hay tantas madres como pintores ingenuos. Piedad al fin por la svástica. Que descanse en paz. Y que florezcan, florezcan sus verdes calaveras.
¿Son paparruchas los asesinatos? ¡Me cago en la literatura!

11

Andaba y me apoyaba en mi bastón de fresno que me recordaba la stebánida lujuria materna. Pero mejor hubiera sido un cuchillo de monte para extirpar el bisturí, y un bisturí anestésico para rapar de cuajo la piedra solar de su cabellera infinita. Me encontré en cambio con la argie-polaca. Pero cuidado, que aquí las chupatintas son montañas de pechos blancos. Pero antes de andar y apoyarme en mi stebánida, antes (aún y todavía) había apagado las brasas del rancho orinando sobre ellas. Pero antes, incluso había mateado a fondo. El rancho, la cabaña: quedó helado, helado luego el meo sobre el fuego. Así fue que entonces salí y ensillé el caballo, que me desarmó con una puta mirada de inocente. Así que me eché al camino, a pie, con mis congéneres del puro exilio (—«imagínese: de pie y sin tierra»—). Caminé como un suicida sin pena, esa que da la gloria. La argie-polaca estaba sentada en un triángulo de roca. Sonreía de buena fe. Mi seriedad, en cambio, es una abrumadora tiniebla de canalla. «estoy pensando» (es una triste, larga historia). ¿Habrá sido esta mujer de trenzas de oro y de labios de pécame a mí, habrá sido alguna vez enfermera (como es obvio me pregunto)?

12

No venimos aquí a escribir. Venimos, si es que lo hacemos, a un despliegue petit, casi petit a, de la obra anterior. No venimos a escribir aquí: aquí no se escribe, las puertas están cerradas; y ya lo dijimos: el espacio es demasiado sutil. Tragedias —tales como perder justo (la boina de vasco en la aeronave), quedarán, debieran, descartadas: no insistirán ellas (en su insistencia) sobre nosotros. Escribir, no (—«Dios mío, lo horrible»: «Raschella»). Es la punta de un aire. Bataclán, introvertido.

13

La enfermedad enloquece las taras. Pero son las taras las que hacen enloquecer. No empecemos: por Dios y por favor. La tarde es azul y hace frío, ¿habría peor causa? Tal vez sí y tal vez no; pero en Dinamarch no podíamos seguir; entonces (vaya) recogí mis pasos. Cuando la vida de depaisado tiene su lógica clemencia. Abigarrado y arbitrario, cuando las páginas se llenan: de lo abigarrado y arbitrario. Simple como la pampa (—pam/pa—), y, sin embargo, su lógica demencia; una lógica contracción, pampa. Mientras haya un grito en la calle… mientras haya una Irlanda verde y lejana, verde como el halcón del ojo. O como dice «Fogwill», lo malo y lo bueno «sólo por añadidura». Si bien «Fogwill» está perdiendo en sus anhelos, así como otros se apresan en la desesperanza (de entereza clara).

14

¿Quién sería tan presuntuoso de suponer una continuación? Mantener otras conversaciones (—pero es más difícil que silbarle a un tero—). El chiflido de la perdiz, de hacerse perdiz, cruza el Atlántico de mil amores.
Esta lengua inmensa que Dios nos ha quitado, por perder América, por perder España: —Esta lengua inmensa, que Dios nos ha quitado.

15

La noche perpetua de los televisores encendidos.








Porchia estaba loco

Vamos a escribir unas cuantas frases para no entender, siguiendo el hilo, desde el supuesto de entender. Que toda demora se contabilice: ganar el tiempo.
Pero la cuestión no es perturbar, ni era, por perturbar mismo. La cuestión es perturbar para la paz. Raje a la sangre: una gran oda a la paz, un gorjeante canto a la paz, pasarla así, un jirón multicolor flameado (goteante) para la paz.
Hoy –por ayer- estoy inspirado.
Hoy por hoy estoy deprimido. Me levanto de un frasco para echarme en otro. O todo, en fin, pasó o va a pasar justo ahora. Preocupado por el problema de la paz Ramón vino a casa esta mañana. Yo no estaba. Ascendió su voz por el portero eléctrico en crujido lamentable. Me arrepollé en el baño entre tantos repollos, le dije que no al espejo. Y sé, sé que estás ahí, gritabaullida tu voz –Ramón- un Porchia de la peor especie. Temblando. Hay que escribir sencillito, despacio. El horno está. La cuchilla. El tin tin para todo gaucho. Anoche tuvimos un lindo: bajo el alero de paja, temblando, aluminados por las lámparas de kerosán. Con los últimos tintineantes compré un porrón de caña, para emborracharme con mi mujer Garba. Garba no estaba, ni siquiera arrepollada en el espejo. Me emborraché, entonces solo, si es que alguna vez yo digo y estoy: entonces y solo. Yo no digo, eso se dice. Así. Es una canción sentimental, deportiva: Porchia va, atájalo. Porchia viene, atájolo. Atájala a La Porchia. Atájolo a Lo Porchia. Va. Viene. Y va. Viene. Porchia a Lo Porchia hasta La Porchia.
Así. ¡Sueño de juventud que muere en tu adiós! y No ha nacido aún y etcétera. ¿Quién puede evitar que se contesten? Y hasta que se arrullen, y hasta. Que. Se tullan mutuamente. En un relámpago violento cuando el campo se acamala y la paz falla. Falla, y como falla: -Vete en paz.
Pepe va a la fábrica. Pepe entiende de modas. Pepe come. Éste es Pepe. Enfréntalo. Éste so y yo. ¿Ah, sí? De un galope tremebundo, obligando a tremolar espejos, se vinieron encima los trostskistas. Hacían pensar en te quiero ver.
Ramón va a la fábrica. Ramón entiende de modas. Ramón come. Éste es Ramón. A ver, enfréntalo. Bueno: -Éste es Pepe.
Como esto es urgente habría que seguir teniéndolo entre manos. Un hombre tiene que pasar sus días, escabullirse lo más que pueda en la tardanza, El mate es verde y con bombilla de plata. Los corazones planchados en oro. Los arreos estrangulamientos. Cinturones, elásticos, rastras, guascas. La incisión está clavada. Pero entonces, eh, sobreviene el porquia desastre. Por ejemplo Porchia se come a Pepe y a Ramón, y va a la fábrica, y se acuesta con Pepe y con Ramón, en sus lugares de trabajo, y entiende de modas –sobre todo de modas- y, entonces, éste es Porchia, ¿a quién le importa? Pero enfréntalo, ¿a quién le importa? Yo no enfrento. Un hombre. Un hombre sí. Un hombre debe pasar sus días, cuanto más en la tardanza.
Ramón, tu voz sube ásperamente por el portero eléctrico y gruñe sé que estás ahí, pero yo no estoy. Me refugio en el baño en el espejo me quedo –esto es un quedo- me quedo encremado entre tantas cremas, Ramón.
Yo sé que estás ahí. Ahora sos vos el que se esconde ¿en el espejo? Ramón. Vas a obligarme a dejar la letra por la navaja. Te voy a cortar. Vas a obligarme. Ponete a lado mío pero no me toques. Estudiemos juntos. ¡Pero si yo no te toco! También eso es "tocar". Ramón. Sé que estás ahí. ¿Quién? ¿Ramón? ¿Cuis? Sin Cruz, igual al Hoyo.

[De "Sebregondi retrocede", publicado en 1973

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